R. Giskard Reventlov era especial
de un modo diferente. Por alguna extraña combinación y diseño. Combinación de un accidente y
diseño, tenía poderes mentalitos: la habilidad de detectar los más diminutos
fuegos neurales en el cerebro humano e interpretarlos con algo parecido a la
telepatía. Aún más, había aprendido a influir en esos fuegos. A alterar
intencionadamente sus flujos, su ritmos y senderos.
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