Ender : El Xenocida

-Crees que los milagros son posibles.

-Sí.

-Pero no crees que sucedan de verdad.

-Miro, creo que sí suceden. Lo que ignoro es si la gente percibe adecuadamente los hechos que son milagros y los que no. No cabe duda de que muchos supuestos milagros no lo fueron. Probablemente también existen muchos milagros que nadie reconoció cuando ocurrieron.

-¿Qué hay de mí, Quim?

-¿Qué hay de ti?

-¿Por qué no hay ningún milagro para mí?

Quim agachó la cabeza y arrancó algunas briznas de hierba. Era una costumbre que tenía desde niño: intentar evitar una pregunta difícil. Era la forma en que respondía cuando su supuesto padre, Marcáo, sufría una de sus iras de borracho.

-¿Qué pasa, Quim? ¿Acaso los milagros sólo existen para los demás?

-Parte del milagro es que nadie sabe por qué sucede.

-¿Qué rata eres, Quim?

Quim se ruborizó.

-¿Quieres saber por qué no recibes una curación milagrosa? Porque no tienes fe, Miro.

-¿Que hay del hombre que dijo: «Sí, Maestro, creo. Olvida mi incredulidad»?

-¿Eres tú ese hombre? ¿Has pedido siquiera ser curado?

-Lo estoy pidiendo ahora -dijo Miro. Y entonces, irrefrenables, las lágrimas asomaron en sus ojos-. Oh, Dios -susurró-. Estoy muy avergonzado.

-¿De qué? -preguntó Quim-. ¿De haber pedido ayuda a Dios? ¿De llorar delante de tu hermano? ¿De tus pecados? ¿De tus dudas?

Miro sacudió la cabeza. No lo sabía. Las preguntas eran demasiado penosas. Entonces se dio cuenta de que sabía la respuesta. Extendió los brazos hacia los costados.

-De este cuerpo -respondió.

Quim lo cogió por los hombros, lo atrajo hacia sí, y sus manos resbalaron por los brazos de Miro hasta detenerse en las muñecas.

-Éste es mi cuerpo que será entregado por vosotros, nos dijo Él. Igual que tú entregaste tu cuerpo por los pequeninos.

-Sí, Quim, pero Él recuperó su cuerpo, ¿no?

-También murió.

-¿Es así como me curaré? ¿Encontrando una forma de morir?

-No seas gilipollas -espetó Quim-. Cristo no se suicidó. Fue un plan de Judas.

La furia de Miro explotó.

-Toda esa gente que se cura de un resfriado, que se libran milagrosamente de las migrañas..., ¿me estás diciendo que merecen más a Dios que yo?

-Tal vez no se base en lo que te mereces. Tal vez se base en lo que necesitas.

Miro se abalanzó hacia delante, agarrando la parte delantera de la túnica de Quim con sus dedos medio rígidos.

-¡Necesito recuperar mi cuerpo!

-Tal vez -dijo Quim.

-¿Qué quieres decir con eso, cretino gilipollas?

-Quiero decir -explicó Quim mansamente- que aunque tú quieras recuperar tu cuerpo, tal vez Dios, en su gran sabiduría, sepa que para que te conviertas en el mejor hombre posible necesitas pasar cierto tiempo como lisiado.

-¿Cuánto tiempo? -demandó Miro.

-Desde luego, no más que el resto de tu vida.

Miro gruñó disgustado y soltó la túnica de Quim.

-Tal vez menos -prosiguió Quim-. Así lo espero.

-Esperanza -bufó Miro.

-Junto con la fe y el amor puro, es una de las grandes virtudes. Deberías intentarlo.