… comprendió, al
encontrarse con la mirada ausente del payaso por entre un ambiente
ensangrentado, que había algo peor en el mundo que el terror. Peor que la
propia muerte.
Era el sufrimiento
sin esperanza de salvación. Era la vida que se negaba a acabar mucho después de
que el cerebro le hubiera pedido al cuerpo que dejara de existir. Y lo peor de
todo: había sueños que se hacen realidad.
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