Entro en la iglesia en silencio.
No sé que decir, que hacer, acaso rezar, y en ese caso, ¿por que? Ahora no.
Ahora no quiero pensarlo. Algunas señoras mayores de rodillas mirando hacia el
altar. Todas ellas tienen un rosario. Lo mueven de vez en cuando entre las
manos, nerviosas, pronunciando palabras dirigidas al Señor, oraciones que
esperan el pueda oír. El puede, claro que si. Pero quien sabe si quiere.
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