Solaris.

Aun no había decidido nada, inmóvil, contemplaba el cielo negro, las estrellas frías, pálidos fantasmas de las estrellas que brillaban en el cielo terrestre. De pronto sentí la cabeza vacía. Solo me quedaba la lúgubre certeza de haber iniciado un viaje sin retorno. Me negaba a admitir que avanzaba hacia algo inalcanzable, y no me quedaban fuerzas ni para despreciarme a mi mismo.

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